Debería estar escribiendo otra cosa.
Sospecho que, lo que ocurre, es que siento entre vértigo y pereza de enfrentarme a eso que debería estar escribiendo. O mejor dicho, reescribiendo. Por cuarta vez.
Tengo momentos de lucidez en los que todo está clarísimo, se dibujan las líneas por las que va a ir sucediendo todo, me felicito por mis ideas luminosas, regreso a casa con la cabeza burbujeante. Y luego, cuando por fin me siento frente al teclado horas después o incluso días, ¡paf! Una pequeña explosión de inseguridad y se vuelve a ir todo por el sumidero.
¿Me falta voluntad o me falta historia?
Mi propósito en este cuarto intento es realmente escribir lo que querría leer.
Sin detenerme a pensar en asuntos que no deberían ocupar mi mente en este momento.
Sin preocuparme de si esto ya se contó o si se está contando todo el tiempo.
Sin pensar en quién hizo qué y cómo, sino simplemente haciendo yo.
Dejarme llevar por las voces y no por las estadísticas.
Permitir que la historia me lleve de la mano.
Siento que escribir lo que quiero escribir y como quiero escribirlo me ayudará a enfrentarme a las horas de trabajo que tengo por delante con una alegría que alivie el peso de tener que volver a empezar de nuevo.
Venga, sí. Ya voy. Me pongo a ello.
Cosas random:
La última newsletter de Gema del Castillo, Lo erótico es escribirlo, en la que se pregunta qué hay de burgués en el deseo me hizo pensar en que a veces se confunde el deseo con el placer y que, en mi opinión, son cosas muy distintas. Yo entiendo que puede haber deseo sin placer, porque el deseo es búsqueda, nos mueve hacia adelante, y el placer es resultado y nos ancla en el presente. ¿Qué es más burgués entonces, la búsqueda que moviliza o la realización que paraliza?
He vuelto a Pinterest después de mucho tiempo para hacerme un moodboard y en una búsqueda tuve que poner “not pretty” y ni aún así funcionó.
Ayer vi cuatro oropéndolas mientras hablaba por teléfono junto a una acequia.