
1.
el olor de las sábanas recién lavadas es un objeto. es un objeto cuadrado con las esquinas redondeadas. un objeto de color azul hielo metálico. ese objeto cuadrado azul metálico pertenece a un lugar concreto: está alojado en mi paladar, unos centímetros por encima de la úvula. así es como percibo el olor anisado de las sábanas limpias. un objeto físico.
2.
perdí todas mis notas del móvil. estoy convencida de que eran todas ideas magníficas que ya jamás podré recuperar. cada nota una novela fabulosa, un poema sobrecogedor, un ensayo que despertaría fervorosa atención y reconocimiento. citas inspiradoras, títulos de libros imprescindibles, direcciones de futuras amantes, contraseñas de cajas fuertes. Huevos, vinagre, papel higiénico.
3.
sueño que escribo. en realidad no. no sueño. más bien pienso en lo que voy a escribir mientras no estoy dormida pero tampoco despierta. en ese umbral se me ocurren cosas maravillosas. todas son deformes, blandas, sin esqueleto. por eso no consiguen traspasar la puerta de la duermevela. diminutos abortos malformados que no consiguen vivir más allá de ese espacio liminal. el olor anisado de las sábanas envuelve sus pequeños cuerpos flácidos.
4.
tomo notas en varias libretas. luego no encuentro nada, pero al menos no se ha perdido en la nube.
5.
(confieso que hubo un instante en el que pensé titular esta entrada «Nube, tía» pero lo descarté por miedo a que no se entendiera la referencia. o quizás sería peor si se entendiera.)
6.
tomo muchas notas. algunas forman parte de la documentación para la novela que estoy escribiendo. quizás ese presente continuo no sea exacto. en realidad sí lo es, porque en mi cabeza estoy escribiendo esa novela todo el tiempo, aunque solo apunte algunas cosas en un cuaderno y no me atreva a abrir el archivo del ordenador para seguir sumando palabras a esa historia. es una historia que lleva mucho tiempo en el programa de centrifugado de mi sesera. es un programa largo, larguísimo. de esos que te da pereza poner porque sabes que te va a llevar la mañana entera esperar a que termine para poder tender. tender en este caso sería colgar las palabras en la página y agarrarlas con unas pincitas que son los signos de puntuación.
la fase de documentación de una historia la disfruto tanto como si me chupara los dedos de algo muy rico. después, de todo ese material que llena libretas y libretas, lo habitual es que solo extraiga una frase, una palabra que me sirva. a veces ni eso. solo una imagen mental mejor encuadrada o más nítida. tal vez la documentación no es más que otra estrategia de procrastinación.
escribo tanto en mi cabeza y tan poco en el papel/archivo, que luego llego al manuscrito y me asombro porque faltan cosas, capítulos completos que pensaba que había escrito, pero no, nunca llegaron a salir de mí. no sé si también os pasa. es entre frustrante y sorprendente.
7.
en el fondo, sé que estoy esperando a que pase algo. más al fondo, sé que lo que hay en esa postergación es miedo. un miedo terrible a que no pase. un miedo aún más atroz a que ocurra.
Me siento fatal después de haber entendido la referencia. Demasiada telebasura en compartimentos inútiles (y demasiadas notas en la mente y no en el teclado. Mal de muchas, consuelo de tontas).