Desde hace no mucho tiempo he empezado a anotar algunos sueños porque son extraños de un modo que me gusta. Siento que vuelvo a sentir placer con lo inquietante, como si estuviera recuperando aquella parte de mí que disfrutaba de estas cosas y que por alguna razón estaba adormecida. Es agradable recobrar sensaciones ahora que casi todo se siente al mismo volumen invariable y de baja intensidad. ¿Por qué me sucede esto? No lo sé. ¿Será por la edad, por las hormonas, por haber alcanzado un estado zen? Ya no vivo las cosas como antes. Agradezco relativizar ciertos asuntos, pero echo muchísimo en falta apasionarme, arrebatarme, arder de súbito.
[traum 1]
En uno de esos sueños mi padre se golpeaba la cabeza, que era enorme, en una escalera. La escalera era de ese material que parece turrón del duro. Una escalera de bloque de pisos de barrio obrero, con un hueco estrecho por el que jamás cabrá un ascensor. Si sueño con mi padre casi nunca aparece con el aspecto o la edad con la que se fue. La cabeza desmesurada de mi padre me ha perseguido en sueños desde que empecé a ver Severance porque, en esa serie, Adam Scott lleva el mismo pelo que él tenía cuando era joven y no he podido dejar de verle cada vez que sale Mark S. Por fin terminé la segunda temporada y mi padre y su cabeza de tamaño imposible han regresado al lugar en el que se guarda el recuerdo de un padre que ya no está. Esa caja cuya tapa se abre sola de cuando en cuando.
[τραῦμα 1]
Recuerdo una metáfora sobre el duelo que me pareció de lo más visual y acertada. El dolor por la pérdida es una pelota en movimiento dentro de una caja en la que hay un botón. Cada vez que la pelota roza el botón, sientes dolor. La pelota al principio es enorme, ocupa prácticamente la caja entera, por eso duele casi todo el rato. Con el tiempo la pelota se va haciendo más pequeña, pero sigue en continuo movimiento, rebotando contra las paredes de la caja. De vez en cuando roza el botón. Cuanto más tiempo pasa y más pequeña es, más difícil es que se dé el contacto entre botón y pelota. Aunque sigue ocurriendo, a veces de forma inesperada.
[traum 2]
Soñé con un tsunami, o tal vez solo era una ola enorme. La ola se rompió con un ruido de explosión, como el que hizo aquel árbol que se partió justo cuando pasábamos a su lado. Algo eléctrico. L. estaba en la orilla y se agachó al verla venir. Yo estaba más lejos y decidí salir corriendo mientras pensaba que, al ser cuesta arriba, no iba a conseguir escapar porque estoy vieja. Cuando el agua se retira de la orilla, en ese momento de retracción previo a que se descargara toda su furia, pude ver decenas de cuerpos de personas clavadas en el fondo del mar que cimbreaban con la corriente como si fueran posidonias. La ropa hacía que fuesen puntos de colores bajo el agua verde traslúcida. No sé si nos salvamos.
[τραῦμα 2]
Una vez me tuvo que salvar un vigilante de la playa. Aunque no llegó a pasarme nada fue, obviamente, una experiencia un poco traumática. Pero sobre todo vergonzante. Todo el mundo mirando, de pie, en la orilla. Salí muy digna del agua, le di las gracias al salvavidas, me senté en mi toalla como si no hubiera pasado nada y al rato abandoné la playa a toda prisa, acongojada, angustiada, avergonzada y temblando. Después de aquello tardé bastante en volver a meterme en el mar y nunca he recuperado la poca confianza que tenía. Me queda la ilusión de control de sumergirme en mis pozas favoritas donde (creo que) sé, con solo mirarlas, cuánto ha subido o bajado el caudal y dónde están ubicados las piedras y los peligros.
[traum 3]
En otro sueño que tuve hacía una fiesta de cumpleaños a la que venían muchas mujeres. A algunas casi no las conocía. Me tomé alguna droga y me divertí mucho, pero cuando se me pasó el efecto, casi al final de la fiesta, no recordaba nada. Sentía rabia por no acordarme de lo bien que lo había pasado y porque no podía ver con claridad a algunas de las presentes, en concreto a E. que había venido de lejos y ya se estaba despidiendo de mí. Di efusivos abrazos a todo el mundo, incluso a las desconocidas, recogí la casa y tomé un VTC que en realidad era un dron que me llevó sobrevolando primero un polígono industrial y después una hermosa ciudad en ruinas. Me dejó en el balcón de una torre de piedra oscura por cuya puerta salió R. vestida como Lady Gaga. Estoy buscando mi VTC, dice. Para ayudarla, le pregunto: ¿Eres viuda y tienes biblia en un solo libro? Quiero recordar lo que me han regalado por mi cumpleaños, pero no puedo.
[τραῦμα 3]
Jamás he celebrado un cumpleaños multitudinario. Lo pienso cada año. ¿Debería dar una fiesta? Creo que me gustaría y me aterraría a la vez. No soy especialmente buena relacionándome con mucha gente al mismo tiempo. Con poca se me da un poquito mejor. Lo intento pero, o bien acabo aislada en un rincón o bien soy excesivamente social, aunque de forma rara y torpe. Después, cuando repaso lo ocurrido en mi cabeza, no me reconozco en las interacciones y me da por enviar mensajes explicando mi comportamiento. Todo mal. Fatal. Quizá sea mejor que no dé esa fiesta.
Creo que esta noche soñaré con sirenas atrapadas en el fondo de mi poza favorita: ya he revisado el caudal y podré sumergirme a rescatarlas